jueves, 4 de abril de 2013

A un padre ejemplar.

 

En memoria de Juan Manuel Aramburu Mejeras • Ribadeo, 1 de abril de 2013

Ojalá las heridas del corazón se curasen con tan sólo agua oxigenada y un par de tiritas, pero una herida como esta no creo que tenga sutura que devuelva a la normalidad la vida. Una vida en la que no queda más que caminar, o los recuerdos te arroyarán mientras que te quedas estancado sin hacer nada. Caminante no hay camino, se hace camino al andar, dijo Antonio Machado. ¿Será verdad eso? La vida a diario nos presenta desafíos y el fin de cada desafío es aumentar nuestra habilidad y fuerza y al pasar ese obstáculo debemos considerarnos más fuertes y experimentados. Pero a veces es complicado encontrar el camino cuando se interpone un socavón en el que lo único que puedes hacer es bordearlo hasta llegar al otro lado y continuar tu camino, aunque para hacerlo tengas que dejarte las rodillas en carne viva.

Hoy hace un año de que la vida me interpuso uno de sus socavones más profundos. Un año… Un año muy vacío. Un año en el que no puedo más que destacar su ausencia. No escribo esto para dar pena, ni para que sientan compasión de mí. Lo escribo por la necesidad de hacer ver al mundo la gran persona, amigo, marido y padre que fue él, mi padre.

Ésta no es una carta de despedida, pues tú eres una de esas personas que jamás te irás, permanecerás en el día a día de nuestras vidas, inundándonos con tus consejos, tus buenas obras y tu recuerdo permanente. Sabiendo cómo eres tú, nunca nos dirías un adiós.

Se hace duro no escucharte llegar a casa, no ver a mamá desatar tus zapatillas de correr al llegar de tus caminatas mientras le hacías rabiar o ver esa silla de ordenador tan vacía. Las navidades han sido duras sin ti y ni me he atrevido a usar la copa de Lelo que tú y tus hermanos me habíais regalado tras su fallecimiento y que con tanto orgullo te dejé que usaras hasta que me tocara a mí usarla… Lo que no sabía es que sería tan pronto.

Se me hace un mundo no escucharte llamarme “nené” y cuando me marcho a Barcelona echo de menos tus despedidas. Nunca olvidaré las veces que te has quedado en ese aeropuerto, viéndome pasar seguridad (y riéndote si pitaba al pasar y viendo a tu hijo como lo registraban) y finalmente desaparecer entre la multitud, agachándote mientras subía las escaleras mecánicas y me perdías de vista. Esos ojos, ese rostro, esa sonrisa, ese "llámame cuando llegues nené" se ha ido, pero queda guardado en mí y no puedo ver otra cosa que a ti despidiéndome cuando cojo un avión desde ese aeropuerto... Siempre has demostrado ser un gran padre y más por este tipo de detalles que, aunque creías que no los podríamos tener en cuenta, eran los que me hacían pensar en el deseo de ser algún día un gran padre como tú.

Tengo una espina clavada en el corazón, la de no haberte dado ningún nieto. Porque sé el gran abuelo que serías. Tan sólo había que ver a los pequeños de la familia como deseaban ir a ver al tío abuelo Juan a la tienda para recibir su huevo kínder. ¿Y que explicarles ahora que no estás?. Esto me hace recordar cuando era un niño e ibas al colegio en el recreo a llevarme mi huevo kínder. No fallabas nunca. Nos has enseñado grandes valores papá, a tu lado hemos vivido momentos inolvidables, cuando nos contabas historias de tu juventud, cuando nos enseñabas a respetar a nuestros mayores, a perdonar, a ser amables, a no tener rencores, a reír… Nuestra felicidad era tu felicidad, no soportabas vernos tristes.

Nos has sabido perdonar siempre nuestros errores y animarnos en momentos difíciles. Siempre has elogiado nuestros triunfos y te has emocionado con pequeños logros que hemos podido conseguir. Nos has acompañado siempre a todos los sitios que teníamos o queríamos ir. Recuerdo papá cuando me llevabas a Mondaríz todos los fines de semana y cuando estábamos llegando me decías: “Venga que la semana pasa rápido y el fin de semana nos volvemos a ver.” Cómo voy a olvidar cuando me esperabas a la salida del internado con una sonrisa en la cara. He sido la envidia de mis amigos, ¡qué padres tan maravillosos tienes!, me decían. Y no se equivocaban.

Y mamá, qué mujer tan grande, no has podido elegir mejor madre para tus hijos. Siempre decías que no había esposa que cuidara y quisiera tanto a su marido y a sus hijos como ella. Es cierto que detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer. Permíteme darle también a ella las gracias por haber permanecido siempre a nuestro lado. No se separó de ti ni un segundo a lo largo de vuestros treinta y ocho años de vuestra vida juntos. Qué ejemplo de amor nos habéis dado, siempre unidos y de acuerdo en todo; para ti lo que ella hiciera o decidiera siempre estaba bien.

También en esta carta de gratitud hacia ti papá, quiero dar las gracias a tanta gente (familiares, amigos y vecinos de Ribadeo) que este año nos ha ayudado a sobrellevar estos difíciles momentos, demostrándonos lo muy querido que eras y diciéndonos la gran persona que teníamos como padre. Como puedes comprobar no estamos solos porque nos has dejado una familia unida que se quiere y se apoya.

Papá, esta carta en algún momento tiene que terminar aunque yo no quisiera poner punto y final nunca. Gracias por ser el esposo, padre y amigo ejemplar que fuiste. Con tu ternura y comprensión nos has demostrado que la vida tiene un gran sentido y que de pequeñas cosas también se puede disfrutar y mucho. Sé que no te querías ir y que eras feliz entre nosotros, pues a nuestro lado para ti la vida tenía sentido, pero seguirás siempre aquí papá, pues en cada momento nuestro estás tú. Hace poco, me preguntaron que, si había cielo como creía que sería. Sinceramente nunca he sentido esa curiosidad por saber cómo es el cielo ¿sabes porque? porque tenerte a ti como padre ya fue como tener un pedacito de cielo.

Descansa en paz en tu querido Ribadeo papá, tierra que tanto adorabas y que también dejaste de luto. Recuerda darle un beso a los abuelos que tanto te querían, a Almudena que aunque ahora os separamos, sé que estáis ahí arriba juntos, a Ramón de su sobrino “zascandil” y a tantas personas por las que lloraste su pérdida y que te habrán recibido con gran alegría y acogida, pues sabían que no te gustaba la soledad. Hasta que nos volvamos a juntar papá.

Nunca te olvidaremos. Te queremos.

Tus hijos y tu esposa que te extrañan y te adoran.

Volver a empezar

 

Uno de los problemas ortográficos de la vida es no saber poner punto y final. Sé que es muy complicado y difícil poner ese punto final, pero a veces es muy necesario. No hay que olvidar que la vida es un camino muy largo y muchas veces nos vemos ante encrucijadas de las cuales no sabemos qué camino tomar.Decidimos tomar un camino pensando qué pasaría si hubiésemos tomado uno de los otros. Y constantemente nos vemos en esa situación, de forma que así hacemos nuestra vida, tomando elecciones. Unas veces nos equivocamos, otras acertamos. Pero lo que sí que es cierto es que hay que poner punto y final a determinados episodios de la vida, para poder crear nuevos.
Emprender un camino nuevo, siempre da un poco de miedo. Miles de dudas nos asaltan. Pero ese miedo hay que superarlo, porque nunca se sabe qué puede pasar, qué nos aguarda la vida. Puedes encontrarte con algo espectacular o por el contrario, te puedes encontrar con algo decepcionante. En cualquier caso, la vida te cambiará.

Vuelvo a retomar este blog como nueva etapa de mi vida con una pérdida irreparable. Hace un año mi padre ha fallecido y después de la gran patada que me han dado en el 2009, el 2012 me ha dado otra aún más dolorosa. Ahora me toca poner otro punto y final en mi vida y saber continuar con mi vida. Para ello empezaré con una carta publicada en el periódico por mi el día de su aniversario. A partir de ahí comenzaré a hacer publicaciones siempre que pueda. Espero que os gusten.